VIII Premio Antonio Machado, categoría B, 2º premio ex aequo

 Categoría B - Segundo premio

Ainhoa YAGÜE CACHO (1º BACH-Grupo B)

 El telefonillo

 Sentada delante del espejo, Laura se preparaba un fin de semana más para salir con los amigos. No descuidaba nada de su outfit, desde los zapatos de tacón hasta la sombra de ojos o el último de los mechones de su pelo rojizo.

La música resonaba en cada rincón de su casa, ella había estado esperando toda la semana a que llegara aquel ansiado sábado, cuando de repente alguien llamó al telefonillo.

Laura, curiosa por saber quién era y desconcertada, ya que no esperaba ninguna visita, descolgó aquel viejo aparato y preguntó por el nombre de aquel misterioso sujeto.

-         ¿Quién es?

Esperó un rato y nadie respondía, así que lo colgó en la pared pensando que habría sido una confusión de algún vecino o una broma de algún niño. Cuando se dispuso a retomar la tarea, volvió a sonar el estridente ruido.

Laura volvió a acercarse al dichoso cacharro y volvió a realizar la misma operación que había hecho un minuto atrás.

-         ¿Quién es?

Cuando se disponía a volver a colgar el telefonillo en la pared, en esta ocasión ligeramente más fuerte, una canción comenzó a sonar.

El enfado se transformó en un escalofrío que recorrió todo su cuerpo desde la punta de las orejas hasta su último dedo del pie en cuanto reconoció la canción. We'lI meet again de Vera Lynn, esa canción siempre había hecho que a Laura se le erizara el cabello.

El miedo iba creciendo por momentos, tanto que cualquier ruido, por menor que fuese, iba a generar una reacción mayúscula en ella. Y ella hubiera deseado que fuese leve, sin embargo, un puñetazo en la puerta la pilló por sorpresa y provocó que el dichoso aparato que todavía sostenía sujetado fuertemente contra su cara, tratando de escuchar algo más allá de la tétrica canción, cayese y se quedase pendiendo del cable que hacía posible que las notas de la música de su cuarto y la del telefonillo se entremezclaran creando una curiosa partitura.

Tras el primero vino el segundo, el tercero y el cuarto golpe, una lluvia de puñetazos contra aquella puerta de pino. Laura, paralizada por el miedo, pero desbordada de adrenalina, se escondió en el baño y se sentó en el suelo mientras lloraba y se sobresaltaba por cada golpe. Todavía no comprendía lo que estaba sucediendo, cerró los ojos y trató de taparse los oídos con las manos, ahogando los intensos ruidos de la madera crujiendo provocados por la furia de quien se encontrase en el descansillo de Laura.

Poco a poco iba enterrando la cara más y más entre sus rodillas, las lágrimas de miedo se mezclaban con las de súplica y desesperación en el recorrido por su rostro; y de pronto, un sonido leve resonó en el tímpano de Laura, había logrado abrir la puerta y con ello, parar su corazón.

El siguiente sonido que escuchó fue el de su música, la que estaba oyendo antes del accidente; abrió los ojos, estaba en su cama, miró a su alrededor, todo estaba en perfecto estado menos el telefonillo, que curiosamente estaba oscilando del cable. Laura pensó que finalmente todo había sido un sueño, ¿o no?

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