VI Premio Antonio Machado, categoría A, primer premio
Categoría
A- Primer premio
ALBA LATORRE SALA – 3º ESO
PÁGINAS POR LLENAR
Hace poco entré en la habitación de mi hermana. Encendí la cadenita de luces azules que cuelga de la pared y eché de comer a su pez. Hacía bastante que no pasaba por allí... Sus peluches estaban esparcidos por la cama, cubierta por el edredón morado de princesas. Su favorita, Ariel (la sirenita) fue su primera muñeca. Se pasaba horas y horas desenredando su pelirroja melena y cambiándole los vestidos.
Estuve mirando largo rato su
habitación, sus estanterías llenas de libros que solo había leído una vez, sus
paredes decoradas con posters de películas Disney y algunos de mis dibujos, sus
armarios de madera, donde nos escondíamos cuando jugábamos al escondite con
mamá… Entonces recordé esas tardes de invierno que pasamos mi hermana y yo con
mamá y algunos tubos de purpurina pegajosa, esparcida por toda la cocina.,
haciendo postales navideñas de dudosa belleza, que luego regalaríamos a papá y
los abuelos.
Seguí mirando por los cajones
de la habitación y encontré toda una colección de esos juguetitos inservibles
-pero que tanto gustan a los niños pequeños- que solíamos sacar de aquellas
máquinas en las que metías una moneda y girabas la ruedecita para que saliera
algún trasto al azar.
Bajo una montaña de cojines, di
con la cubierta de algún libro de mi hermana. Lo saqué y, entre mis manos,
distinguí un álbum de fotos que no había visto antes. La tapa era de un azul
oscuro que evocaba la noche, y su textura era algo rugosa pero delicada a la
vez. Un ramito de flores blancas secas estaba pegado a ella.
Me senté en la cama de mi
hermana y encendí la pequeña lámpara de la cómoda. Abrí el álbum y con una
sonrisa en la cara, fui pasando cada una de las páginas. Decenas de fotos
llenaban el álbum. Fotografías de mi bautizo, de mis abuelos y de mis padres,
de mi hermana agarrando la barba de un pobre rey mago que visitaba inocente el
hospital con regalos para los niños... Pero me sorprendí al pasar una de las páginas, y encontrarme el resto vacías.
Mamá era quien solía hacer
estos álbumes. Decía que cuando fuéramos mayores, nos acordaríamos así de todos
esos momentos que habrían de ir desapareciendo de nuestra memoria con el paso
de los años. Por eso me sorprendí al descubrir medio álbum vacío.
Algo desilusionado, me levanté
de la cama y me disponía a colocar el álbum en una estantería cuando un pequeño
trozo de papel se cayó de entre sus páginas. Recogí el papelito y me encontré
con una pequeña nota de mi madre escrita a mano. Solo había una frase: "Algún
día lo terminaremos de llenar".
Me volví a sentar en la cama
releyendo la nota una y otra vez. Una escurridiza lágrima quiso deslizarse por
mi mejilla mojando el papel. Qué bonito hubiera sido llenar el álbum...
Pero las cosas habían cambiado.
Mi hermana había perdido su batalla y aún quedan tantas páginas por llenar...
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