VII Premio Antonio Machado, categoría A, primer premio

 

Categoría A- Primer premio

LUCÍA MANZANARES ROMERA (1º ESO-Grupo E)

La historia de mi vida, mi vida con historia

 

Parece mentira que todavía siga vivo desde mi nacimiento en 1575. Mi vida ha dado  muchas vueltas y ha habido momentos en los que tuve un pie en la tumba.

 

Mis padres fueron jesuitas. Siempre he estado a su lado y les he sido de gran  ayuda; pero un día, en 1740, ocurrió una gran catástrofe. Aquella mañana hubo un terrible  incendio en el que me quemé. Perdí muchas partes de mi cuerpo. No podía creérmelo.  Sentía que cada segundo que pasaba estaba más cerca el final de mis días. Ahora mismo  no seguiría aquí de no haber sido por la ayuda de mis padres, quienes estuvieron a mi  lado en todo momento. Acudieron a los mejores expertos e invirtieron mucho dinero para recuperarme.

 

Por desgracia, cuando todavía estaba convaleciente, en 1767, Carlos III expulsó a  mi familia y entonces pasé a estar bajo sus órdenes. Ayudé a la sede de la Sociedad  Económica Numantina de Amigos del País; después a la sede de la Cátedra de Gramática  y al Cuartel de la Milicia Nacional.

 

Una de mis peores experiencias fue en 1808 con la guerra de la Independencia. Si  algo odio en esta vida son las guerras.

 

Para colaborar me ofrecí voluntario y fui de mucha utilidad. Día tras día veía camas llenas de sangre, oía gritos aterradores y contemplaba mantas que cubrían cadáveres. Hasta tuve que ver cómo la gente se apoyaba en mí para mantenerse de pie y cómo dormían en cualquier sitio... Siempre tendré en mi memoria aquellas personas a las que vi morir.

 

Pero no todo eran desgracias; también veía a los enfermos recuperarse, sonreír, reencontrarse con sus familias y eso reducía mi pena. Aquellos pequeños momentos de  felicidad, aunque no fueran hacia mí, me hacían siempre sonreír.

 

Cuando ya pasó la guerra, en 1840 volví a dedicarme a lo que más me gustaba, la enseñanza. Recuerdo con nostalgia cómo en mis primeros años de vida ayudaba a mis  padres en esta tarea. Actualmente sigo volcado en ella.

 

Me miro y me doy cuenta de todo lo que me ha pasado desde que nací. La partida  de mis padres, ese incendio que cambió distintas partes de mi cuerpo, las sedes a las que  ayudé y lo más terrible de todo, aquella sangrienta guerra.

 

He sufrido mucho dolor, me han llamado de muchas maneras; pero jamás olvidaré  al poeta que cambió mi vida y que en su honor pasé a llamarme "Instituto Antonio Machado".

 

Desde entonces, además de disfrutar de mi profesión, también me alegraba ver a  los niños corretear, sonreír con sus amigos, observar su miedo a lo desconocido y cómo  se relajaban al averiguar que no soy duro de roer, quedándose asombrados de mí...

 

Me encanta que me adornen con los trabajos que han hecho con tanto esfuerzo, que llenen mis talleres de creatividad y con ello puedan dar a conocer mi nombre en otros lugares.

 

Sé que todavía me queda una larga vida y así lo deseo. He visto a vecinos  deteriorarse; a otros morir; algunos nacer con incertidumbre a no saber qué les pasará. Pero yo siempre los animo a todos a que se embarquen en el viaje de la vida. El viaje más  emocionante que uno puede experimentar.

 

La mayoría me preguntan cómo puedo estar siempre tan feliz y otros creen que me  he vuelto loco... Para mí no existe mayor felicidad que la que ahora mismo pueda experimentar al saber que mi gente, allí donde estén, me llevarán siempre en su corazón y se acordarán del tiempo que hemos pasado juntos. La distancia jamás romperá la  amistad que hemos creado.


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