VIII Premio Antonio Machado, categoría B, 2º premio ex aequo

 Categoría B - Segundo premio ex aequo

Jordi Miguel DELGADO ESPINAL (1º BACH-Grupo C)

 Zalgo

Como todas las mañanas, Timmy abrió los ojos muy temprano. Recién levantado, siempre era un torbellino .de energía que volvía Iocos a sus padres. Y hoy especialmente, porque era el último día de colegio antes de las vacaciones. Así, decidió vestirse rápidamente y bajó corriendo a la cocina.

Al llegar, inmediatamente se sentó a la mesa encontrándose con un tazón lleno de leche y un paquete de cereales, aunque no eran los de siempre. La caja era oscura y tenía escrito «Zalgo» con letras rojas. Al echar unos cuantos en el tazón, pudo ver que se trataba de unas bolitas redondas, de un color rojizo oscuro.

Cuando se disponía a probar la primera cucharada, su mamá entró apurada en la cocina, dándole la espalda, y comenzó a preparar algo sobre la encimera.

-         ¿Qué tal has dormido, cariño? ¿Nervioso por lo de hoy?

-         Bien, sí. Pero uff, tengo muchas ganas de acabar.

-         Sí, será impresionante cuando todo acabe. Yo también tengo ganas de verlo.

Timmy no entendió muy bien esta última frase de su madre, pero no le dio importancia. Ella estiró el brazo hacia los cuchillos, y cogió el de carnicero.
Comenzó a dar unos fuertes golpes secos sobre la tabla de madera, que empezaron a poner nervioso a Timmy.

-         Entonces, ¿estás listo para su llegada?

De repente, grandes chorretones de sangre empezaron a impregnar todo alrededor. Timmy se quedó helado.

-         La llegada... ¿de quién?

Su madre se giró hacia él, empapada en sangre. Su rostro estaba deformado en una mueca siniestra y las cuencas de sus ojos estaban vacías y ensangrentadas. Sobre la encimera había un amasijo de extremidades de apariencia humana.

-         ¿De quién va a ser...? De Zalgo.

Inmediatamente Timmy volvió la vista hacia los cereales en su tazón. Se habían convertido en decenas de diminutos ojos flotantes que le miraban directamente y parpadeaban, mientras que la leche empezó a teñirse de un rojo sangre.

-         ¡Mirad! ¡Él viene!

Su madre dirigió la vista hacia la escalera, y el rostro se transformó de manera surrealista. Sus ojos se estiraron arriba y abajo y su boca se llenó de dientes en una macabra sonrisa. Al borde de la histeria, Timmy aguantó la respiración cuando comenzó a escuchar un ruido de pasos que bajaban del piso de arriba. Unos pasos fuertes y graves que hacían temblar toda la casa. Se iban acercando poca a poco en momentos que parecían eternos. Y entonces, ÉL LLEGÓ...

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