VIII Premio Antonio Machado, categoría B, primer premio
Categoría B - Primer premio
Raquel
GONZALO SANTA CRUZ (4º ESO-Grupo
A)
Él era un pequeño montón de ceniza:
los restos, consumidos por el incendio.
Su pasado fue el incendio. Su comienzo, una pequeña chispa.
Pero ¿quién puede juzgarlos? Tan
jóvenes, tan hartos, tan incendiarios.
La vida juntos jamás fue fácil (¿cómo podría serlo?), nunca escogieron el
camino fácil, ni el corto.
Su incendió se inició en un
caluroso verano, a
la sombra de un enorme roble.
Una chispa, una
ilusión, una idea. Un plan, un sueño, un beso.
Ahora ella se pregunta cómo pudo
llegar a pensar que triunfarían, siendo ella ahora brasas y él cenizas.
Un nombre grabado en una piedra gris
le trae de vuelta a la realidad.
Tal vez, su incendio no fuese nada más
que una hoguera, un principio. Tal vez una pequeña brasa pudiese
reavivar el fuego, aunque no podría reanimar sus queridas cenizas.
Sintoniza la radio, sintoniza la emisora
correcta, su emisora.
Una voz distorsionada lee nombres en
clave de los rebeldes, de los delincuentes, de los extremistas, como se
llamaban a sí mismos casi sin gracia.
Los nombres de los valientes, de
los luchadores, nombres incendiarios.
Con la radio zumbando, escuchaban
canciones, las que le cantaba al oído cada noche, prometiéndole un mañana, un lugar
fuera del sucio almacén.
Sonríe entre lágrimas, recordando su
idea, la primera llama que le llevó a estar donde se encontraba.
-
Deberíamos hacer algo, ¿vamos a dejar que sigan así? ¿Vamos a permitir
que sigan muriendo miles a expensas del "progreso"? -lo decía tan
obstinado, tan convencido...
-
¿Qué otra cosa quieres que hagamos? Ya sabes qué ocurrirá si
protestamos de nuevo -todos temblamos-. Me niego a morir allí.
-
¿Y si...
Por favor, otra vez esto no, por favor,
me suplico a mí misma, sabiendo
cómo acabaría esto.
-
...los quemamos antes de que te maten? -Lo dijo con esa chispa diabólica
en sus ojos, la que empezó mi incendio cuando lo conocí.
-
Yo me apunto, no dejaré que se salgan con la suya. -Recordé a la chica
que acababa de perder a su padre por ellos, por el enemigo.
-
Bien.
Por supuesto, esta sencilla idea, esta
chispa, fue la que inició la revolución. Nuestra revolución.
No contábamos con que aquel almacén de
grano estaría atestado de guardias.
Ni con sus armas automáticas; aunque
una vez quemamos aquel diabólico lugar, importó poco a quién disparasen, aunque
fuese a él.
Aunque su cuerpo lo devorasen las
llamas, convirtiéndolo en cenizas.
Cenizas junto a las que lloraba ahora,
recordando su incendio.
Convirtiéndome en brasas: apagándome, pero todavía ardiendo.
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